SEXO!, de eterno apego al cuerpo candente. Vivo inmerso dedicado a ello, a tenerte, a besarte, a aniquilarte para con mi anhelo.
Es horrible, perecer por soñar despierto, primitivo de mi banal condición y humano apego. Hombre subyugado al placer inmediato, diezmado por imágenes, por tactos, por olfatos malévolos, vendedores del carente de raciocinio nimio, fútil, de color esperpento…pero que se convierte en fuente, agua de vida, para continuar existiendo, sangre para seguir muriendo…
Al principio la angustia del no probarlo, después la desidia del no tenerlo por más tiempo…
Y a cada segundo, tiempo mortecino, dolor en incremento por no perderlo…cual el sino del sexuado ingenuo que es captado por las redes del veneno que flota en el aire, en la mar, en la sangre que recorre su esclavo cuerpo.
Odiosos!, insultantes! Que vírgenes nos marcáis, e incapacitados nos despertáis para en esta corta muerte subsistir ingiriendo temores y alabando denigrantes caricias, que tan sólo alimentan la condena del vivir presos de una continua lucha para con nuestros pesados cuerpos…mentes aplastadas bajo el manto del deseo, cruel invasión de la identidad perdida, cadena de acero que arrastra un alma ausente, estúpida por quererte, débil por entregarse, mísera por pertenecerte…
Vago pues, errante entre sueños que no recuerdo, enajenado de vida útil y embriagado del arte en cada minúsculo detalle…ausente de todo, tedioso en mí, iluso del cielo…
Dichosos los helados sin amor, pues no serán cegados por la luz de la inconsciencia, ni vetados por el perfume de la inoperancia.
Luz roja que ya por siempre ha pintado mis noches del verso que llora sangre.
Luz roja que embelese mis sueños en frágiles sedas impregnadas de miedo.
Luz roja que controla mi nave cada ocaso para perderla en nuevos mares sin tiempo.
Oh, luz roja! Ya no veo más que encarnadas siluetas intangibles, que se retuercen bajo las sombras, asomando pecaminosos secretos, en dinámicos, malévolos, oh, crueles! juegos de entrega y sufrimiento…